domingo, 15 de marzo de 2015

12 Cuentos Indispensables de la Literatura Latinoamericana

Estas 12 recomendaciones sobre el cuento latinoamericano pueden ser un buen abre bocas para los amantes de este género. No son necesariamente los 12 mejores, —aunque algunos de estos seguro están entre los mejores de nuestra lengua e incluso de la literatura universal— pero si consideramos que son 12 cuentos indispensables. Buscamos que fueran de diferentes autores para dar una mayor variedad, si bien podrían haber sido 15, 20, 35... autores, o podríamos haber recomendado 3 de Borges o de algún otro. El orden en que hemos numerado los cuentos es aleatorio y no quiere indicar un escalafón o ranking descendente. Lo importante es que seguro los disfrutarán, y que estos cuentos son parte del patrimonio de la literatura latinoamericana.


12 Cuentos Indispensables de la Literatura Latinoamericana


1. El Guardagujas
Juan José Arreola

El forastero llegó sin aliento a la estación desierta. Su gran valija, que nadie quiso cargar, le había fatigado en extremo. Se enjugó el rostro con un pañuelo, y con la mano en visera miró los rieles que se perdían en el horizonte. Desalentado y pensativo consultó su reloj: la hora justa en que el tren debía partir. Alguien, salido de quién sabe dónde, le dio una palmada muy suave. Al volverse el forastero se halló ante un viejecillo de vago aspecto ferrocarrilero. Llevaba en la mano una linterna roja, pero tan pequeña, que parecía de juguete. Miró sonriendo al viajero, que le preguntó con ansiedad:
—Usted perdone, ¿ha salido ya el tren? Continuar leyendo El guadagujas...

2. La noche boca arriba
Julio Cortázar

A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones. Continuar leyendo La noche boca arriba...

3. Sólo vine a hablar por teléfono
Gabriel García Márquez

Una tarde de lluvias primaverales, cuando viajaba sola hacia Barcelona conduciendo un automóvil alquilado, María de la Luz Cervantes sufrió una avería en el desierto de los Monegros. Era una mexicana de veintisiete años, bonita y seria, que años antes había tenido un cierto nombre como actriz de variedades. Estaba casada con un prestidigitador de salón, con quien iba a reunirse aquel día después de visitar a unos parientes en Zaragoza. Al cabo de una hora de señas desesperadas a los automóviles y camiones de carga que pasaban raudos en la tormenta, el conductor de un autobús destartalado se compadeció de ella. Le advirtió, eso sí, que no iba lejos. Continuar leyendo Sólo vine a hablar por teléfono...

4. Bienvenido Bob
Juan Carlos Onetti

Es seguro que cada día estará más viejo, más lejos del tiempo en que se llamaba Bob, del pelo rubio colgando en la sien, la sonrisa y los lustrosos ojos de cuando entraba silenciosamente en la sala, murmurando un saludo o moviendo un poco la mano cerca de la oreja, e iba a sentarse bajo la lámpara, cerca del piano, con un libro o simplemente quieto y aparte, abstraído, mirándonos durante una hora sin un gesto en la cara, moviendo de vez en cuando los dedos para manejar el cigarrillo y limpiar de cenizas la solapa de sus trajes claros. Continuar leyendo Bienvenido Bob...

5. El Aleph
Jorge Luis Borges

La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Continuar leyendo El Aleph... 

6. El almohadón de plumas
Horacio Quiroga

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer. Continuar leyendo El almohadón de plumas...

7. Míster Taylor
Augusto Monterroso

—Menos rara, aunque sin duda más ejemplar —dijo entonces el otro—, es la historia de Mr. Percy Taylor, cazador de cabezas en la selva amazónica.
        Se sabe que en 1937 salió de Boston, Massachusetts, en donde había pulido su espíritu hasta el extremo de no tener un centavo. En 1944 aparece por primera vez en América del Sur, en la región del Amazonas, conviviendo con los indígenas de una tribu cuyo nombre no hace falta recordar. Continuar leyendo Míster Taylor...

8. No oyes ladrar los perros
Juan Rulfo

—Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte.
—No se ve nada.
—Ya debemos estar cerca.
—Sí, pero no se oye nada.
—Mira bien.
—No se ve nada.
—Pobre de ti, Ignacio.
        La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante.  Continuar leyendo No oyes ladrar los perros...

9. En memoria de Paulina
Adolfo Bioy Casares

Siempre quise a Paulina. En uno de mis primeros recuerdos, Paulina y yo estamos ocultos en una oscura glorieta de laureles, en un jardín con dos leones de piedra. Paulina me dijo: Me gusta el azul, me gustan las uvas, me gusta el hielo, me gustan las rosas, me gustan los caballos blancos. Yo comprendí que mi felicidad había empezado, porque en esas preferencias podía identificarme con Paulina. Nos parecimos tan milagrosamente que en un libro sobre la final reunión de las almas en el alma del mundo, mi amiga escribió en el margen: Las nuestras ya se reunieron. "Nuestras" en aquel tiempo, significaba la de ella y la mía. Continuar leyendo En memoria de Paulina...

10. La insignia
Julio Ramón Ribeyro

Hasta ahora recuerdo aquella tarde en que al pasar por el malecón divisé en un pequeño basural un objeto brillante. Con una curiosidad muy explicable en mi temperamento de coleccionista, me agaché y después de recogerlo lo froté contra la manga de mi saco. Así pude observar que se trataba de una menuda insignia de plata, atravesada por unos signos que en ese momento me parecieron incomprensibles. Me la eché al bolsillo y, sin darle mayor importancia al asunto, regresé a mi casa. No puedo precisar cuánto tiempo estuvo guardada en aquel traje que usaba poco. Sólo recuerdo que en una oportunidad lo mandé a lavar y, con gran sorpresa mía, cuando el dependiente me lo devolvió limpio, me entregó una cajita, diciéndome: "Esto debe ser suyo, pues lo he encontrado en su bolsillo". Continuar leyendo La insignia...

11. Paseo nocturno
Rubem Fonseca

Llegué a la casa cargando la carpeta llena de papeles, relatorios, estudios, investigaciones, propuestas, contratos. Mi mujer, jugando solitario en la cama, un vaso de whisky en el velador, dijo, sin sacar lo ojos de las cartas, estás con un aire de cansado. Los sonidos de la casa: mi hija en su dormitorio practicando impostación de la voz, la música cuadrafónica del dormitorio de mi hijo. ¿No vas a soltar ese maletín?, preguntó mi mujer, sácate esa ropa, bebe un whisky, necesitas relajarte. Fui a la biblioteca, el lugar de la casa donde me gustaba estar aislado, y como siempre no hice nada. Abrí el volumen de pesquisas sobre la mesa, no veía las letras ni los números, yo apenas esperaba. Tú no paras de trabajar, apuesto a que tus socios no trabajan ni la mitad y ganan la misma cosa, entró mi mujer en la sala con un vaso en la mano, ¿ya puedo mandar a servir la comida? Continuar leyendo Paseo nocturno...

12. Sensini
Roberto Bolaño

La forma en que se desarrolló mi amistad con Sensini sin duda se sale de lo corriente. En aquella época yo tenía veintitantos años y era más pobre que una rata. Vivía en las afueras de Girona, en una casa en ruinas que me habían dejado mi hermana y mi cuñado tras marcharse a México y acababa de perder un trabajo de vigilante nocturno en un cámping de Barcelona, el cual había acentuado mi disposición a no dormir durante las noches. Casi no tenía amigos y lo único que hacía era escribir y dar largos paseos que comenzaban a las siete de la tarde, tras despertar, momento en el cual mi cuerpo experimentaba algo semejante al jet-lag, una sensación de estar y no estar, de distancia con respecto a lo que me rodeaba, de indefinida fragilidad. Continuar leyendo Sensini...


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6 comentarios:

  1. Ninguna de las joyas de Silvina Ocampo como "Cielo de claraboyas"? o "La fiesta ajena" de Liliana Heker, o "Amor" de Clarice Lispector.... El mismo Borges consideraba a la Ocampo mejor cuentista que Bioy. En fin. Si bien admito que no es fácil elegir, encuentro muy sesgada esta selección de los 12 mejores cuentos.

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    1. Hola, Purapalabra. Tu comentario me hizo buscar y leer el cuento de Silvina Ocampo, a quien confieso nunca había leído. No puedo sino estar de acuerdo contigo y agradecerte por la recomendación. Un abrazo.

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  2. ¿Por qué sólo varones en esta selección? Además de los nombres y cuentos citados por Purapalabra, pienso en Rosario Ferré con "La muñeca menor", en Virginia Woolf con "La casa encantada", o "La mancha en la pared", y en el talento narrativo de Cristina Peri Rossi con "Los desarraigados". Quizá una futura selección considere estas voces. Tienen peso específico.

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  3. No sé cuál sea el criterio utilizado pero bajo muchos criterios, podrías considerar "Silvio en el Rosedal", de Julio Ramón Ribeyro. Es una tarea imposible, sí, resumir solo 12 cuentos, y es difícil decidir repetir un autor, pero en ese caso, sacaría "Insignia", para colocar el que te menciono. "Insignia" no deja de ser un cuento perfecto pero "Silvio en el Rosedal" tiene algo que lo trasciende.

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